(Castellano) Osama: Insignificante
ORIGINAL LANGUAGES, 9 May 2011
Fernando Montiel T. – TRANSCEND Media Service
Osama bin Laden es insignificante, mejor aún, su muerte es insignificante. Y es insignificante porque si su deceso –como se repite hasta el hartazgo- es producto de un esfuerzo para contribuir a la paz (extraña de suyo es esa lógica de perseguir la paz haciendo la guerra) entonces la iniciativa murió en la cuna. La violencia genera violencia, y esta no es ni será la excepción.
Las noticias de todos los medios carecen de lógica, mejor aún, las declaraciones de los asesinos carecen de lógica; al balance general del presidente Barack Obama -“El mundo es más seguro sin bin Laden”- siguió una pista sobre el futuro por voz del Departamento de Estado -“Seguirá ofensiva contra Al-Qaeda, advierte Clinton”. Y recubriendo el optimismo del primero y la amenaza de la segunda, la sombra del miedo: “EU emite alerta mundial tras la muerte de Osama”.
Sólo la tercera noticia tiene fundamento si tomamos en consideración la relación de Osama bin Laden con Al-Qaeda y con el terrorismo.
Osama bin Laden y Al-Qaeda
El asesinato de Osama bin Laden es insignificante. Es insignificante porque en nada afectará el modo de operar de esa entelequia a la que el mundo conoce como Al Qaeda. Y la razón es simple: Al-Qaeda no es un grupo estructurado y controlado de forma centralizada, es decir, Al-Qaeda no es una organización sino un movimiento. No es monolítico en su estructura ni jerarquizado en su control y comando. Esto es bien sabido desde hace años.
Si “Todos somos Marcos” fue el grito de batalla de todos los simpatizantes de la causa indígena en su momento, ahora, en los tiempos de la “guerra contra el terror”, el grito en la boca de todos los que en el mundo árabe musulmán se rebelan violenta y no-violentamente cuando ven sus tierras sagradas invadidas -como en Arabia Saudita e Palestina- sus recursos saqueados -como en Somalia y Nigeria- y su historia destruida -como en Irak- el grito es “Todos somos Al-Qaeda”.
Y tal vez lo sean.
Al-Qaeda no existe. O, al menos, así lo asegura un especialista tras otro. ¿Qué especialistas? No los “expertos” en “Seguridad Internacional” y “Estudios Estratégicos” (esta última, disciplina que a decir de Johan Galtung no es más que paranoia académicamente sancionada) sino los especialistas de verdad en procesos árabes y musulmanes como Edward Said. ¿A qué se refieren cuando dicen que “Al-Qaeda no existe” se refieren a que no existe como se presenta, es decir, no existe como una organización.
¿Qué si alguna vez lo fue y estuvo bajo las órdenes de Osama bin Laden? Sí, tal vez, en un principio, allá en la década de los setentas cuando la organización fue financiada, entrenada y armada por los Estados Unidos. Pero las cosas han cambiado desde entonces. Tras la invasión soviética de Afganistán (1979), tras la guerra entre Irán-Irak con su millón de muertos musulmanes de ambo lados (1980-88), tras la caída del Muro de Berlín (1989), tras la disolución de la Unión Soviética y la guerra del golfo (1991), tras la guerra de Bosnia-Herzegovina en la Ex Yugoslavia (1991-1995), tras la publicación por Samuel Huntington del “Choque de Civilizaciones” (Foreign Affairs, Julio, 1993), tras las guerras chechenas (1994-96 contra Boris Yeltsin y 1999 contra Vladimir Putin en el Cáucaso ruso), tras la guerra de Kosovo en Serbia, la de Osetia del Sur en Georgia y el ataque con misiles contra Sudán el mismo año (1998) y tras la intifada de Al-Aqsa (que inició en el año 2000) en los territorios ocupado; tras estos hechos –acontecidos todos antes del 11 de Septiembre del 2001- el mundo árabe-musulmán es sin duda diferente.
Suponer que grupos como Al-Qaeda no aprendieron nada de ellos y que no reflejarán la repercusión de todas estas atrocidades en su estructura y operación en la entrada del siglo XXI es incurrir en la ingenuidad o en la estupidez. Al-Qaeda ha cambiado, sin duda, y el cambio principal ha tenido lugar en la naturaleza misma de la organización: ha dejado de ser una organización político-militar monolítica, verticalmente estructurada y centralmente dirigida para convertirse en un movimiento social violento en algunas de sus facciones y no violento en otras, de estructura horizontal, conformado por células independientes en cuando a mando y control.
Utilizando la gastada –aunque todavía efectiva- nomenclatura de la Guerra Fría, Al-Qaeda en su presentación “estándar” es una entelequia útil para explicarle al “mundo libre” quién es el enemigo. ¿Cómo explicarle a un mundo acostumbrado a presentaciones caricaturescas de “buenos” contra “malos” conflictos con raíces profundas y estructuras complejas? Simplificando la realidad. ¿Cómo explicarle a un mundo adicto a las generalizaciones que terroristas, talibanes, afganos, árabes y musulmanes son todos términos que refieren cosas diferentes, y la mayoría de las veces, incompatibles? Simplificando la realidad. ¿Cómo explicarle a un mundo ignorante de la diversidad que existen tantas variantes del islam y que son tan diferentes unas de otras que resulta imposible agruparlos bajo una misma etiqueta sin cometer injusticias?
Simplificando la realidad. Joseph Goebbels, ministro de propaganda del régimen nazi, recomendaba al Führer decirle a la gente que tenía un enemigo -uno y sólo uno- de otro modo el pueblo comenzaría a hacerse preguntas incómodas como ¿por qué tenemos tantos enemigos?
Al-Qaeda no existe como organización dirigida por Osama bin Laden, esa organización desapareció hace mucho, décadas. Concebir como hacen los amos del mundo a Al-Qaeda en estos términos es más un síntoma de las inercias ideológicas de las que adolecen que una realidad. Expertos en la conformación de grupos paramilitares (la Contra en Nicaragua desde 1979; Alpha-66 en Miami-Cuba desde 1960, los escuadrones de la muerte en El Salvador en los años 80´s, etc.) los policy makers estadounidenses no terminan de entender que, al margen de la voluntad de sus creadores, las organizaciones evolucionan al ritmo en que lo hacen sus integrantes.
¿Y cómo han evolucionado las sociedades en el mundo árabe-musulmán? En primer lugar aprendieron que no pueden confiar en liderazgos centralizados –independientemente de si se trata de gobiernos o grupos; las revueltas del norte de África del año 2011 son la prueba más dura de ello. Al-Qaeda no es un caso aislado. Ocurrió también en Hamas en los territorios ocupados de Palestina: el Shin Beth –el servicio de seguridad interna de Israel- prestó apoyo para la creación de Hamas a cuyos miembros armó, entrenó y financió para que se enfrentaran a Al-Fatah, brazo armado del Frente para la Liberación de Palestina (FLP) bajo las órdenes de Yasser Arafat.
Con el tiempo Hamas adquirió independencia de sus amos israelíes; con su recién ganada independencia disminuyeron su perfil militar y ampliaron su perfil social trabajando con organizaciones de base en la Franja de Gaza y Cisjordania hasta que por votación popular se hicieron gobierno en 2006 con la mayoría absoluta. “Todos somos Hamas” fue el grito implícito de la elección.
Como Hamas, Al-Qaeda no desaparece ni se debilita permanentemente con el asesinato de sus líderes reales o imaginarios: pese a que pueden tener alguna estructura organizativa, por mucho, se trata de movimientos populares. Así ocurrió con la Intifada de Al-Aqsa en Palestina tras la muerte de Yasser Arafat en 2004. ¿Se terminó la intifada? No. ¿Se debilitarían las banderas, simpatizantes y luchas indígenas en México, América Latina, y porque no, en el mundo entero- en el sentido más amplio del término con el arresto o asesinato del Subcomandante Marcos o del Comandante Zebedeo? No.
¿Desaparecerían o se harían más fuertes?
Osama bin Laden y el terrorismo internacional
El asesinato de Osama bin Laden es insignificante. Es insignificante también porque en nada afectará el modo de operar de esa entelequia a la que el mundo conoce como “el terrorismo”. ¿Qué es el terrorismo? No existe en disciplina alguna definición incontrovertiblemente aceptada del término. A grandes rasgos, el consenso se puede alcanzar sólo en términos vagos: terrorismo es el uso político del terror.
¿Por qué si “El mundo es más seguro sin bin Laden” (Obama) se emitió una alerta mundial tras su asesinato? La alerta desacredita las palabras del presidente: el mundo es más inseguro con el saudita muerto, en el corto, mediano y largo plazo. Punto.
¿Por qué? Porque Osama bin Laden no era el líder de un grupo terrorista, sino el ícono de un movimiento –y el vocero para su ala radical del mismo, pero sólo para ella. Contra lo que supone el gobierno que lo mató, Bin Laden tiene más simpatizantes que seguidores: no es a los “integrantes” de “Al-Qaeda” (los seguidoes) a quienes los Estados Unidos deberían temer (que por mucho son los menos), sino a todos aquellos que ven en la figura del jeque muerto no a un líder terrorista sino a la persona que tuvo el coraje enfrentar a los Estados Unidos, a sus aliados y sus abusos.
Y esos se cuentan por miles en todo el globo, millones tal vez, por igual dentro que fuera del mundo árabe-musulmán… incluso dentro de los Estados Unidos: de entre el mar de noticias que se dieron a conocer tras el deceso, se filtró la posibilidad de que un tal Anwar Al Alwaki –de nacionalidad estadounidense (Nacido en Nuevo México) y yemení- fuera sucesor del saudita. ¿Otro candidato más al trono? Según el FBI un tal Adam Pearlman –también conocido como Adam Yahiye Gadahn- nacido en Oregon en 1978, convertido al islam y que ahora se encuentra en la lista de los más buscado, entre otras cosas, por traición a la patria.
Mal servicio hace a la causa de la paz el asesinato de Osama bin Laden. Tras él, pueden encontrar y matar al Mullah Omar en Afganistán, Ayman Al Zawahiri en Pakistán o Muamar Gadafi en Libia a quien sea donde sea; pueden “limpiar” la lista de los más buscados una y otra vez y eso que llaman eufemísticamente “el terrorismo” no se detendrá como no se detuvo en Irak tras la muerte de Saddam Hussein en Diciembre del 2006. La razón es simple: tiene un diagnóstico equivocado del conflicto, tienen un diagnóstico equivocado de sus actores y tienen un diagnóstico equivocado de sus intereses. Suponer que “el mundo es más seguro” ahora como producto de un asesinato es prueba de ello. Una auténtica estupidez.
Mal servicio hacen también a la causa de la reconciliación los festejos por la muerte de bin Laden y mal servicio hace a la causa de la resolución del conflicto el seguir utilizando etiquetas vagas que nada tienen que ver con la realidad como “terrorismo” y “Al Qaeda”. ¿O es que sirve mejor los intereses de los Estados Unidos atizar el conflicto y la violencia con el mundo árabe y musulmán (y persa si se cuenta también el acoso contra Irán) con la excusa de la “guerra contra el terrorismo” en el Indu-Kush entre Afganistán y Pakistán practicando la viejas teorías geopolíticas de Sir Halford Mackinder; en Indonesia por intereses estratégicos; en Nigeria por petróleo, en Abjasia (Georgia) por geopolítica caucásica; en Nagorno-Karabaj entre Azerbaiján y Armenia por los recursos del mar Caspio; en Egipto y Israel-Palestina para el control militar del África del Norte y el Medio Oriente respectivamente y en Irak, Libia y Siria por mencionar sólo algunos más? ¿sirve mejor a los intereses de 300 millones en Estados Unidos la venganza por la muerte de casi 3,000, matando a uno pero tensando la relación con una comunidad de 1,500 millones de musulmanes en todo el planeta?
Y no es que todos los musulmanes sean seguidores o simpatizantes de Osama bin Laden, pero los Estados Unidos se han encargado de tratarlos política, económica, mediática, intelectual, cultural y militarmente de esa forma. ¿Cómo? Corrompiendo a sus dirigentes como en la península arábiga; ahogando sus economías como en África del Norte; denigrando sus culturas inventando “Choques de Civilizaciones”; difamando sus creencias con estereotipos y prejuicios xenófobos y racistas. Todos estos son los filtros de la experiencia reciente a través de los cuales el mundo árabe y musulmán hará la lectura del asesinato de Osama bin Laden, quien es -como tituló Youssef Bodansky su libro- El hombre que declaró la guerra a Estados Unidos (Aguilar. México, 2001).
Por esto la muerte de Osama bin Laden es insignificante. Porque no contribuye en nada a limpiar el pasado, a componer el presente y a construir un futuro. Antes bien ensucia más la relación, agita las tensiones actuales y destruye cualquier arreglo pacífo al futuro. Con la muerte del jeque nada va a cambiar para mejor. O tal vez sea al revés: la muerte de bin Laden es significativa sólo en el sentido negativo, y es que se inserta en una dinámica que de tan conocida es casi aburrida de no ser tan trágica: el ciclo de la represalia: las agresiones históricas contra el mundo árabe-musulmán fueron vengadas el 11 de Septiembre del 2001; y en venganza se invadió Afganistán en Noviembre de ese año; en venganza de la invasión se desataron atentados en Bali (12 de Octubre de 2002), Madrid (11 de Marzo de 2004) y Londres (7 de Julio de 2005) entre muchos otros. Ahora en el ajedrez del terror se eliminó un alfil, habrá que esperar la respuesta.
La muerte de Osama bin Laden en nada contribuye a la paz. Por eso es insignificante.
La violencia, pues, genera violencia y el mundo como diría Gandhi se está quedando ciego.
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Fernando Montiel T. es Coordinador para la América Latina de la Red TRANSCEND para la Paz, Desarrollo y Medio Ambiente. (fernando.montiel.t@gmail.com) (Twitter: @montielt).
This article originally appeared on Transcend Media Service (TMS) on 9 May 2011.
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