(SPANISH) ?QU? FUTURO TIENE EL TERRORISMO EN COLOMBIA?

COMMENTARY ARCHIVES, 16 Oct 2008

Vicente Torrijos R.

Profesor Titular de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad del Rosario, de Bogotá

PRESENTACIÓN

ESTE ES UN ESTUDIO EVOLUTIVO EN EL QUE SE TRAZA UNA PERSPECTIVA SOBRE LAS TRES ESTRUCTURAS ARMADAS ILEGALES QUE CONSTITUYEN LA PRINCIPAL AMENAZA A LA SEGURIDAD EN COLOMBIA Y EL EXTENSO ARCO ORINOCO-AMAZÒNICO-ANDINO.  

INICIALMENTE, SE ABORDA EL CASO DE LAS FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS DE COLOMBIA (FARC), DESTACÁNDOSE SU NOTABLE DEBILITAMIENTO, LOS RIESGOS DE FRAGMENTACIÓN, EL DECLIVE HACIA EL TERRORISMO PURO, LA IMPORTANCIA DEL FRENTE INTERNACIONAL, Y SU RECIA VOLUNTAD DE RESISTIR HASTA HALLAR UN ESCENARIO MÁS FAVORABLE A LA NEGOCIACIÓN.

LUEGO, SE TRATA EL CASO DEL EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL (ELN), CARACTERIZADO POR EL AGOTAMIENTO TÁCTICO Y EL ENTRABAMIENTO POLÍTICO DE SUS OPCIONES DE DIÁLOGO.

Y, POR ÚLTIMO, SE ABORDA LA PROBLEMÁTICA QUE SUSCITAN LAS DENOMINADAS “BANDAS CRIMINALES EMERGENTES” (BACRIM), QUE SURGIERON DE LOS REDUCTOS NO DESMOVILIZADOS DE LAS AUTODEFENSAS ILEGALES O DE SECTORES DE LAS MISMAS QUE HAN SIDO REFRACTARIOS AL PROCESO DE REINSERCIÓN Y NORMALIZACIÓN.

PRIMERA PARTE : LAS FARC

Introducción

Sin caer en ningún tipo de triunfalismo facilista es perfectamente plausible afirmar que la implementación de la Política de defensa y seguridad democrática (Psd) por parte del gobierno del presidente Uribe durante de los últimos seis años, sobre la base del fortalecimiento de la capacidad de anticipación, contención y respuesta de los distintos operadores de seguridad del Estado, ha impactado profundamente las diversas estructuras de las organizaciones armadas ilegales que tanto poder, político y militar, llegaron a acumular a lo largo de la década de 1990.

En el caso específico de las Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (Farc), ese impacto es particularmente notable.  Si en 1998 lograron prácticamente forzar al Estado y a la opinión pública a requerir la negociación —en un momento en que esa organización no tenía la menor voluntad de negociar— y unieron ese escenario de fortaleza política proyectada incluso internacionalmente con un escenario de fortaleza militar fundado en una serie de operaciones exitosas contra la Fuerza pública que acumulativamente consideradas alimentaron sus expectativas de derrotar al Estado, hoy por hoy las Farc han visto deteriorarse sustancialmente tanto su fortaleza política como su capacidad militar.

En efecto, el despliegue de la Fuerza pública en el marco de iniciativas como el Plan Patriota, la ruptura de los canales de comunicación y de tráfico logístico entre los distintos bloques y frentes, y una serie de golpes contundentes que han llegado a afectar el corazón mismo de la organización (el Secretariado), han reducido sustancialmente los recursos de toda índole de los que dispone la organización, que lejos de transformarse en un “ejército del pueblo” apoyado por una masiva organización popular, ha tenido que volver al clásico esquema de la guerra de guerrillas, con una base social cada vez más estrecha, y sometida al influjo corruptor y desestabilizador del narcotráfico que otrora le proporcionara autonomía financiera y contacto con el campesinado cocalero al cual llegó a instrumentalizar en aras de sus pretensiones políticas.

Todo lo anterior no significa, sin embargo, que las Farc hayan sido derrotadas.  Tampoco que hayan perdido su capacidad de causar daño, o que hayan dejado de constituir una amenaza.  Mucho menos que hayan perdido su voluntad de lucha, aunque tanto su capacidad como su voluntad de lucha hayan sufrido importantes transformaciones.  En las páginas siguientes se intenta esbozar el panorama y diagnóstico actual de la organización ilegal.

Consideraciones

[1.]  Pérdida de iniciativa estratégica.  Una de las ventajas de las que, conforme a la teoría, goza toda insurgencia, estriba en su capacidad para controlar la iniciativa estratégica, de modo tal que el Estado aparece siempre respondiendo (y en esa medida, está condicionado por) la acción insurgente.  En la actualidad, las Farc han perdido esa ventaja inicial, y el control de la dinámica de seguridad ha pasado a manos del Estado, obligando a la organización ilegal a operar prácticamente en función de la presión de las fuerzas del Estado, que han pasado a ser las que determinan la velocidad y evolución de la confrontación armada.

[2.]  Debilitamiento interno.  Como consecuencia de la presión del Estado, de la influencia del narcotráfico, de la crisis de mandos medios, entre otros factores, las Farc han sufrido un ostensible debilitamiento interno que se traduce en una pérdida de cohesión incluso a los más altos niveles (las tensiones entre políticos y militaristas al interior del Secretariado), en el relajamiento del control efectivo del Secretariado sobre las unidades menores, en una tendencia autonomista y centrífuga alimentada por la criminalización de algunos mandos medios que ingresaron a la organización en la década anterior de la mano del narcotráfico, para señalar algunos de los síntomas notables del debilitamiento interno de la organización.

[3.]  Riesgos de fragmentación y terrorismo.  Las dos condiciones reseñadas anteriormente entrañan, en el escenario del futuro inmediato, dos posibilidades que deben ser cuidadosamente valoradas:  por un lado, la posibilidad (y riesgo) de una acelerada fragmentación de la organización, que se manifestaría al modo de una implosión de la que resultaría un número indeterminado de unidades armadas no sujetas a ningún control centralizado, completamente despolitizadas y más bien, dispuestas a satisfacer la demanda de los mercados ilegales de violencia que operan en el país.  Por el otro, la posibilidad de que la organización, forzada a demostrar algún tipo de poder operativo, e intentando a toda costa afectar a la opinión pública en momentos determinantes, apele cada vez con mayor intensidad al terrorismo (una tendencia que parece estar afirmándose ya en el terreno).

[4.]  Movilización internacional.  En esas circunstancias, adicionalmente, la organización buscará —sobre todo en el frente internacional— desarrollar una estrategia de guerra política cada vez más agresiva, con el fin de afectar la imagen del Gobierno y de la Psd y de generar turbulencias externas que afecten la agenda del Estado en otras áreas como la económica y social.

[5.]  Resistencia pasiva.  Aún al costo de la pasividad, con todo el desgaste que ella implica para una organización insurgente, las Farc parecen empeñadas en resistir, y todo parece indicar que no aceptarán una negociación con el Gobierno Uribe, tal como la propia organización lo ha reiterado sistemáticamente.  Sus esfuerzos por lo tanto estarán orientados a influir en el escenario electoral del 2010, haya o no posibilidad de reelección, para lo cual intentarán hacer acopio de todas sus fuerzas, concentrándolas en un golpe contundente (acaso político más que militar) en el momento preciso para influir en el panorama político y obtener lo que desean:  la ilusión de negociar sin tener que admitir su derrota.

Conclusión

Como consecuencia del impacto de la Psd, las Farc han visto seriamente comprometida su capacidad ofensiva y su fortaleza organizacional.  Esto ha provocado a su vez, un cambio en las circunstancias de la confrontación, del cual se pueden intuir las tendencias que este breve informe trata de resaltar.  Es sobre los cambios y las transformaciones que debe irse ajustando la Psd:  las Farc ya no son el enemigo que eran, y se requiere estar plenamente conciente de su mutación, de las posibilidades y riesgos que ella entraña, para enfrentarlas eficaz y definitivamente.

SEGUNDA PARTE : EL ELN

Introducción

El Ejército de liberación nacional (Eln) constituye tal vez una de las incógnitas más importantes en el análisis de la problemática de seguridad interna de Colombia.

Beneficiario, al igual que las otras dos principales organizaciones armadas ilegales (las Autodefensas unidas de Colombia —Auc— y las Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia —Farc—), de la bonanza económica y de base social que durante la segunda mitad de los años 90 derivaron de la intensificación y profundización de sus relaciones con el negocio del narcotráfico, y que supieron capitalizar hábilmente en el contexto de crisis de gobernabilidad y legitimidad que alcanzó sus cotas más altas durante el gobierno del presidente Ernesto Samper (1994-1998), el Eln sin embargo nunca alcanzó las cotas de desarrollo, movilidad y control territorial de los que llegaron a gozar las otras dos organizaciones armadas.

Siguiendo su habitual lógica estratégica, por otro lado, el Eln mantuvo, a la par con la confrontación armada, un contacto más o menos permanente y fluido con el Estado, no exento de altibajos.  Diversos intentos de diálogo directo en el exterior, diversas formas de mediación y facilitación, condujeron finalmente al inicio de una serie de rondas exploratorias que se prolongó durante cerca de tres años y que finalmente parecen haberse estancado sin que por ahora ninguna de las partes haya roto, al menos expresamente, su interlocución con la otra ; incluso a pesar del último pronunciamiento de alias Gabino en el que descarta una negociación integral y definitiva.

Severamente disminuida su capacidad ofensiva, agotada la experiencia de las “rondas exploratorias” (que llegaron a ser IX a lo largo de tres años y que finalmente se estancaron justo cuando se esperaba dar el salto definitivo hacia la firma de un acuerdo base para la negociación), reducido a una posición marginal dentro del espectro de la seguridad, y sin embargo, todavía capaz de constituir una amenaza para el Estado y las instituciones, ¿cuáles son las perspectivas con el Eln?  Qué escenarios futuros resulta plausible prever?

Consideraciones

[1.]  Entre la espada y la pared.  Lo primero que cabe señalar es que la posición del Eln no es para nada envidiable.  Si por un lado es conciente de su debilidad, por el otro no es menos conciente de la necesidad de evitar que su conducta pueda ser interpretada como entreguismo revolucionario (lo cual lo haría traidor a la causa a ojos de las FARC), o empleada por el Gobierno para elaborar un discurso triunfalista (lo cual lo haría aparecer como el primer gran derrotado por cuenta de la Política de seguridad democrática.

El cálculo del Eln por lo tanto está sujeto a estos condicionamientos.  Y hará todo lo posible para que su conducta futura, cuando se presente la oportunidad, ni lo ponga del lado de los traidores a la revolución (una imagen que no puede darse el lujo de cargar históricamente) ni lo convierta en instrumento de la propaganda oficial (lo cual sería, en últimas, más grave aún que una derrota infligida por la vía militar).

[2.]  Algunos condicionamientos.  El panorama del Eln es todavía más complejo por cuenta de otros condicionamientos : enfrenta el riesgo de perder su principal activo político, es decir, su base social y política, la misma que le permite tener una mejor imagen que la de las Farc, le facilita la interlocución con importantes sectores de la sociedad, y que incluso le serviría de colchón sobre el cual aterrizar en la arena política en el futuro.  Este activo político podría devaluarse por puro agotamiento, por pérdida de la perspectiva de la negociación a medida que parecen consolidarse los logros de la Psd.

Por si fuera poco, el Eln está siendo objeto de presiones militares por parte de las Farc en algunas zonas estratégicas, y tiene perfectamente claro que uno de sus posibles destinos, de no tomar la decisión estratégica adecuada puede ser la absorción o el exterminio por parte de las FARC, tal como ha sucedido con otros grupos insurgentes en el pasado.

[3.]  ¿A qué le apunta el Eln ?  En este contexto resulta comprensible la posición más reciente del Eln, según la expresó alias Gabino apenas unas semanas atrás:  no habrá negociación integral y definitiva con el Gobierno Uribe.  Un discurso que coincide con el que han manifestado las Farc en reiteradas oportunidades.  Sin embargo, queda la incertidumbre sobre el grado en que será sostenible esta posición:  si deja pasar demasiado tiempo, y suponiendo que las tendencias de la Psd se mantengan en el terreno militar y de inteligencia, el Eln podría acabar convertido en un actor irrelevante, incapaz de generar un interés genuino en el Gobierno (del cual depende la posibilidad de obtener de éste concesiones a la hora de negociar), y por lo tanto, ante la nada agradable perspectiva de tener que someterse luego de haber rechazado la negociación.

Conclusión

A pesar de las recientes declaraciones de alias Gabino, no debe considerarse como “tiempo perdido” el invertido en las rondas exploratorias con el Eln.  De alguna manera, han servido para crear una base que podría ser retomada.  La decisión del Eln de rechazar, al menos por ahora, la posibilidad de negociar, se explica sobre todo por las constricciones a las que se encuentra sometido.  

Sin embargo, otro tipo de factores podría llevar al Eln a modificar su actitud.  Mientras tanto, el Gobierno puede seguir explorando en busca de nuevos incentivos, políticos y jurídicos, que arrastren al Eln a la negociación, incluso incurriendo en algunos costos inmediatos pero que a largo plazo (una vez obtenida la negociación con ese grupo) podrían fácilmente recuperarse en forma de un incremento de la presión sobre la otra organización ilegal, las Farc, y de la reducción de su espacio de transacción en una futura negociación con el Gobierno.

TERCERA PARTE : LAS BACRIM

Introducción

El proceso de desmovilización de los grupos de autodefensa ilegal es un hecho concluido, de conformidad con la apreciación que hace el Gobierno de Colombia.  Ese proceso ha entrado en su etapa judicial (pues fue concebido esencialmente como un proceso de sometimiento a la justicia), en el marco de la “ley de justicia y paz”, y a pesar de algunos inconvenientes (como los que finalmente provocaron la extradición de 13 de los más importantes ex cabecillas de estas organizaciones armadas a los Estados Unidos), se espera que en los próximos meses empiecen a producirse las primeras condenas.

Sin embargo, la desmovilización de las  Autodefensas unidas de Colombia (Auc), no supuso, por un lado, ni la completa neutralización de las estructuras del paramilitarismo (un proceso que tardará todavía, y que requiere de esfuerzos adicionales de fortalecimiento institucional, más allá de la sola intervención del aparato judicial); ni por el otro, la desaparición total de las unidades armadas asociadas inicialmente a la autodefensa ilegal.

En efecto, no todos los grupos de autodefensa ilegal se incorporaron al proceso de Ralito, y se ha presentado también el fenómeno de algunos antiguos combatientes que, abandonando el proceso de reinserción y normalización, han retomado las actividades ilegales configurando nuevas bandas armadas de carácter criminal.  Tales reductos y nuevos grupos conforman, en su conjunto, las denominadas bandas criminales emergentes.

Consideraciones

[1.]  La criminalización de los reductos y la emergencia de nuevos grupos.  Las autodefensas ilegales, que surgieron como respuesta a una presunta demanda de seguridad no satisfecha inicialmente por el Estado, o como mecanismo compensatorio de las deficiencias en la capacidad disuasiva y anticipatoria de los operadores de seguridad legítimamente constituidos, si bien estuvieron contagiadas desde el principio por sus vínculos con distintos aparatos criminales, enmarcaron su actividad en un modelo de lucha contrainsurgente al margen de la legalidad y adoptaron muy pronto diversas prácticas de violencia unilateral, especialmente contra civiles no combatientes en áreas históricamente influenciadas por las organizaciones guerrilleras.

Esa tendencia a la criminalización y a la práctica de la violencia unilateral indiscriminada parece haberse acentuado tanto en los reductos no absorbidos por el proceso de Ralito como en las nuevas bandas armadas, en el marco de una dinámica —hasta cierto punto previsible— de mutación y transformación de la amenaza.

Esta mutación y transformación de la amenaza podría caracterizarse por :

·    Una tendencia a la atomización, la flexibilización y la autonomización de los distintos grupos, ahora que ha desaparecido esa “instancia de coordinación” en que consistía la estructura confederada de las Auc.

·    Una tendencia a la dispersión geográfica y a la transhumancia.

·    Una intensificación de sus vínculos con el crimen organizado común a gran escala (macrocriminalidad), principal (aunque no exclusivamente) asociada al narcotráfico.

·    La aparición de un “bandolerismo de franquicia”, en el que distintos grupos, con intereses y modos de proceder distintos y variables aparecen compartiendo una misma denominación (v.gr, “Águilas negras”), sin que realmente pueda suponerse una unidad de mando o coherencia organizacional.

[2.]  La naturaleza híbrida de las Bacrim.  Estas nuevas bandas tienen una naturaleza híbrida que dificultará enormemente los esfuerzos por contenerlas.  Por un lado, se trata de verdaderas estructuras armadas, más que de simples carteles de actividades ilícitas.  Es decir, pueden llegar a constituir una amenaza militar.  Pero por el otro, sus actividades esencialmente predatorias y delincuenciales, a veces como agentes directos de delitos como el narcotráfico o como proveedores de servicios especializados para los grandes capos de tales delitos, hacen de ellas una amenaza básicamente policial.  Sólo mediante una adecuada coordinación de esfuerzos entre los distintos operadores de seguridad podrá contenerse, por lo tanto, su expansión, consolidación y capacidad de alteración del orden público y la seguridad ciudadana.

Por las características hasta aquí detalladas, además, resulta obvio que la propensión de las Bacrim a aceptar negociaciones o procesos de desmovilización con el Estado se reduce significativamente, en la medida en que su motivación esencial ha dejado de ser hace mucho tiempo de carácter político, o de constituir una variable dependiente de la existencia y actividad de las guerrillas.  Hoy por hoy, su motivación es esencialmente económica.  Frente a esta realidad, los incentivos que puede ofrecerles el Estado para que abandonen la ilegalidad son mínimos.

Conclusión

Las Bacrim son el resultado de la mutación de la amenaza originalmente encarnada por los grupos de autodefensa ilegal.  

Es siempre previsible que transformaciones como la que éstas representan se produzcan como secuelas de procesos de negociación o desmovilización.  

Su naturaleza híbrida, armada y criminal, plantea nuevos desafíos en materia de seguridad, que no pueden ser abordados con los modelos con que tradicionalmente fueron enfrentados sus predecesores por parte del Estado, especialmente porque su actividad no responde a factores estructurales institucionales y a motivaciones políticas, sino que son potenciados por diversos mercados de violencia de los cuales derivan importantes réditos económicos.   
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http://www.urosario.edu.co/FASE3/profesores/doce_ri_c_vicente_torrijos.htm

tutoriascontorrijos@yahoo.com

This article originally appeared on Transcend Media Service (TMS) on 16 Oct 2008.

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