(Castellano) Acoso Escolar, Maltrato entre Iguales, Bulling
CONFLICT RESOLUTION - MEDIATION, EUROPE, JUSTICE, EDUCATION, ORIGINAL LANGUAGES, 13 May 2013
Manuel Dios Diz – TRANSCEND Media Service
Con cierta frecuencia saltan a los medios de comunicación casos calificados, con mayor o menor acierto, como de acoso escolar que producen alarma entre la comunidad educativa y en la ciudadanía. Incluso, en ocasiones, contribuyen a dar una imagen distorsionada de lo que ocurre en los centros de enseñanza. Debemos reiterar que en el contexto general de la cantidad de alumnos y alumnas que acuden a los colegios e institutos, el número de casos detectados de acoso son mínimos, aspecto que no consuela, obviamente, a un padre o a una madre afectada. Mucho menos a la víctima. Tampoco al profesorado.
En la publicitación máxima de “sucesos” e “incidentes” escolares, calificados, todos ellos, como de “acoso” existen muchos intereses. Cuando se refieren a centros públicos e ignoran lo que acontece en los privados, resultan evidentes y no merecen mayor comentario. El interés comercial de algunos medios, hipnotizados por el amarillismo y por hacer caja, también está bastante claro. La culpabilización del profesorado, calificado de incapaz para abordar esta problemática, tampoco es nueva. Menos claros son otros intereses como, por ejemplo, darle un papel principal a la policía nacional o a la guardia civil a la hora de informar o formar al alumnado sobre el acoso, el ciberbulling, o sobre los usos, abusos y peligros de las redes sociales…, una moda que viene extendiéndose como sí fuera algo espontáneo y natural. Parece que, para algunos, no exista saber y fuentes rigurosas en el ámbito civil, académico o no gubernamental para tratar estos asuntos en un centro de enseñanza.
Hablamos menos de otros intereses poderosos, por ejemplo, de los farmacéuticos y clínicos que, de una manera creciente, tratan al alumnado con fármacos diversos para síndromes calificados incluso de “artificiales” por muchos expertos, entre ellos, el de hiperactividad. O los de las clínicas, gabinetes psicológicos o psiquiátricos que vienen proliferando para tratar, desde esa perspectiva, la conflictividad en las aulas. Por lo contrario, de otros factores como la crisis, la pobreza, la exclusión, la marginalidad, la desestructuración familiar o de las violencias en el ámbito doméstico, y como influyen en el alumnado y en la convivencia escolar, casi que nada. Como tampoco de los recortes en educación y sobre cómo contribuyen al deterioro de la convivencia escolar como consecuencia de la reducción drástica de profesorado, del aumento progresivo de las ratios y la masificación, de los macrocentros escolares, la supresión de ayudas a la diversidad, servicios complementarios, orientación, tutoría, diversificación y adaptación curricular, apoyos…
Del trabajo ingente y callado, poco reconocido, que hacen los centros educativos, su profesorado, para abordar los conflictos, cada día, todos los días, de mediación, a pesar del maltrato que reciben de las administraciones y de los gobiernos, del saqueo en sus salarios y extras, condiciones laborales, de esto, tampoco se habla lo suficiente.
Convivir es compartir vivencias juntos. Y la solución a los problemas de convivencia en un centro escolar no pueden ser, en ningún caso, retirar al alumnado agredido de su aula, cambiarlo de centro, o intentar protegerlo y aislarlo en su casa. Estas son falsas soluciones que, a veces, proponemos, como padres, como profesores, como administración, con toda la buena voluntad, pero equivocadamente.
Para abordar los casos de maltrato entre iguales, vulgarmente conocidos como acoso o con su término en inglés “bulling”, lo primero que debemos fomentar en un centro educativo que tiene menores a su cargo es la prevención, es decir, de acuerdo con un Plan Integral de Mejora de la Convivencia Escolar de referencia, activar y desarrollar los Planes de Convivencia en los propios centros, con protocolos claros de detección precoz y de intervención en su caso, en los que la Tutoría tiene, lógicamente, un papel relevante, y con Equipos de Mediación y Tratamiento de Conflictos donde colaboren y participen no sólo el profesorado sino -y sobre todo- el alumnado y también, sí es posible, los padres y las madres, con una dirección comprometida y dinámica.
La mejora de la convivencia escolar no puede ser un objetivo educativo solo cuando aparecen casos o indicios de acoso o maltrato. Tenemos que promoverla de manera sistemática, permanente, en el aula y en el centro, en el patio de recreo y en los corredores, en la cafetería, siempre y en todo lugar, en casa y en las familias. No es posible abordar la prevención del maltrato entre iguales sin la participación activa de las familias y, como sabemos, en muchos casos, este factor clave de la cadena colaborativa contra el acoso, no existe o es muy endeble. No está demás recordar aquí que las violencias, los maltratos, donde más se producen son, precisamente, en el ámbito familiar. En la escuela, en muchas ocasiones, se reproducen comportamientos vividos y aprendidos en casa. Claro que, a veces, también falla el centro, y el profesorado, como no, por razones diversas, entre las que destacamos las carencias formativas específicas de los docentes en resolución y tratamiento de conflictos en las aulas.
Otro aspecto muy relevante tiene que ver con la detección y el diagnóstico. Con frecuencia calificamos de “acoso escolar” comportamientos y conductas que no lo son. La confusión sobre esto tiene consecuencias. Sí diagnosticamos mal, los remedios y medidas que promovamos pueden no ser las más idóneas. En muchas ocasiones llamamos acoso a conductas disruptivas en el aula, actos de indisciplina, una pelea, un calentón…, cuando sí algo caracteriza y distingue al maltrato es, precisamente, su sistematicidad y permanencia en el tiempo. Ver, descubrir, desvelar la reiteración, la segregación, la persecución, temporalmente dilatada, de un agresor sobre una víctima, resulta imprescindible para identificar correctamente el bulling. Lo que no significa, por supuesto, que dejemos de penalizar y corregir aquellas conductas o comportamientos no sistemáticos citados.
En el acoso siempre existe lo que conocemos cómo “triángulo del maltrato”, el que forman el agresor, la víctima y los espectadores. Los tres vértices de este triángulo están integrados por alumnos y alumnas, que son menores y que conviven en un centro escolar. En consecuencia, los tres necesitan tratamiento educativo. En primer término, la víctima, a la que debemos, antes que nada, protección, ayuda, apoyo psicológico y seguridad. El agresor sería el vértice a separar en su caso, nunca la víctima, porque la impunidad siempre es la mejor manera de que el acoso continúe y se reproduzca en el centro. Por último, los espectadores, el tercer vértice del triángulo del maltrato, que pueden ser activos, los que animan, azuzan y protegen al agresor; o pasivos, los que simplemente aceptan aquella conducta violenta, callan o miran para otro lado, por miedo o por complicidad. En cualquiera caso, como dijimos, los tres vértices de este triángulo del maltrato necesitan intervención, ayuda y tratamiento educativo. El agresor y los espectadores, además, tienen que reparar el daño causado, proporcionalmente.
Los conflictos, en los grupos humanos, en los colegios e institutos, existen, existieron y seguirán existiendo, porque somos seres libres, con ilusiones, deseos, aspiraciones, intereses… distintos, a veces contradictorios. Por ahí empiezan los conflictos. De lo que se trata es de prevenirlos, de aprender y manejar técnicas de resolución pacífica, dotar al alumnado, al profesorado, a los padres y las madres, de recursos para abordarlos con garantías. La conflictividad en las aulas no podemos verla como una desgracia, como un mal con el que tenemos que convivir resignadamente. Todo lo contrario. Como educadores, como educadoras, tenemos que afrontar la conflictividad como un desafío, como un reto, incluso como una manera de crecer autonomamente, de cambiar las cosas en positivo. Para eso necesitamos técnicas, metodologías, recursos, experiencias, formación específica, porque no llega con la buena voluntad.
Siempre reitero que dedicamos muchas horas, días, meses, años, a enseñarle al alumnado a resolver complejos problemas matemáticos, físicos, químicos… pero muy pocos minutos a enseñarles a resolver sus propios problemas, los de relación entre iguales, aquellos que encontrarán, con mayor frecuencia, en sus vidas. Y para esto, la educación afectivo emocional resulta imprescindible, en casa y en la escuela. Son los afectos y los sentimientos, los mejores antídotos contra las violencias. Y los cambios curriculares y metodológicos, el currículo de la nonviolencia y el trabajo cooperativo, para desaprender las violencias.
Finalmente no quisiera dejar de mencionar que la responsabilidad última de la política de recortes, de la falta de formación idónea, de la demolición de las estructuras formativas creadas en los últimos años, del no conocimiento generalizado de las experiencias y buenas practicas que existen en Galicia y en el Estado, que las hay, del olvido y ocultación del Plan Integral de Mejora de la Convivencia Escolar de Galicia, de la voladura controlada del Observatorio Gallego de la Convivencia Escolar, o de la desprotección que siente el profesorado, corresponde, estoy cansado de decirlo, a la Consellería de Educación y Ordenación Universitaria, quien tiene las competencias plenas y los instrumentos en materia educativa, así como el máximo deber de dar soluciones políticas a los problemas de convivencia. Y la crisis, en este caso, no puede ser -también- una excusa para declinar estas responsabilidades. Las familias, el profesorado, los centros educativos, tienen las suyas. Son las directas, la primera línea contra los problemas de convivencia, y lo hacen como mejor pueden, razonablemente bien, dadas las circunstancias. Las autoridades educativas, por lo contrario, ahora y en este asunto, recortan, ocultan, ignoran, improvisan y, en muchas ocasiones, dan palos de ciego que hacen mucho daño.
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Manuel Dios Diz preside el SEMINARIO GALLEGO DE EDUCACION PARA LA PAZ y forma parte del Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar en el cupo de personalidades de reconocido prestigio.
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