(Castellano) Transformaciones: Periodismo Responsable

ORIGINAL LANGUAGES, 19 Apr 2010

Roberto Sansón Mizrahi – Opinion Sur

En un contexto de confrontación antagónica es difícil practicar periodismo con cierto grado de objetividad. Algunos medios y periodistas actúan intencionadamente con motivaciones que no podrían confesarse abiertamente; la ausencia de objetividad es deliberada. Otros son pilares de la vida democrática; pueden ocasionalmente equivocarse pero buscan ayudar a encauzar constructivamente las energías. Medios y periodistas seccionan y jerarquizan lo que sucede en función de su perspectiva, valores o intereses; determinan qué procesos y situaciones vale cubrir y cuáles ignorar y cómo presentar en cada caso la información. Hay mucho que aprender sobre motivaciones, formas de operar, cómo puede manipularse la información jugando con los titulares, primeras planas y subtitulados.

Hace pocas semanas conversamos sobre medios de comunicación con jóvenes periodistas. En ese diálogo abordamos tres temas fundamentales que suscitaron las siguientes reflexiones.

(i) Objetividad en el fragor de confrontaciones antagónicas

En un contexto de virulenta confrontación antagónica se hace difícil practicar periodismo con cierto grado de objetividad. Es que los periodistas dependen para subsistir de contratos con medios que muchas veces hacen parte de esa confrontación; los periodistas son escogidos o mantenidos en sus puestos, en tanto sigan la línea editorial marcada por los propietarios y directivos de los medios informativos. Esto se agrava si los medios estuviesen concentrados en un muy reducido número de grandes grupos mediáticos. De forma semejante, si los medios informativos del sector público hiciesen parte de una virulenta confrontación antagónica, ellos también escogerán periodistas afines con la orientación gubernamental; cualquier desvío de su línea política implicará castigos o persecuciones.

En estas circunstancias, se hace difícil encarar el desafío informativo con altura y seriedad; más bien se enfrenta chicana contra chicana, se deforma la información, medios y periodistas se deslizan hacia una aguerrida militancia; prima la información sesgada y la desinformación; los oponentes se transforman en enemigos.

Nos preguntamos si ese resultado es inevitable. Es decir, si en un antagonismo que se escala a niveles de agresiva confrontación las partes quedan inevitablemente atrapadas en esa espiral que abomina de objetividad, de balance, incapaces de reconocer méritos legítimos al oponente, de practicar un enfoque constructivo. También nos preguntamos si aún en esa pantanosa y riesgosa situación las partes podrían tener la capacidad de erguirse por sobre el chicaneo, la tergiversación, la mentira, la desinformación, asumiendo el costo que ello pudiera implicar.

En este caso, como en muchos otros, lo preventivo es sin duda más efectivo y menos costoso en lo personal y en lo social que lo curativo o reconstructivo. El trabajo democrático haría bien en procurar evitar que se agigantasen las confrontaciones antagónicas y que, si se produjeren, no dejarse atrapar por ellas manteniendo la mira en mejorar el bienestar colectivo. En esto el periodismo, los partidos políticos, la representación gremial, empresarial y de la sociedad civil, tienen un rol determinante. Pueden azuzar a las partes y ahondar el enfrentamiento para ocupar o lucrar con los intersticios que surgen de las confrontaciones antagónicas (aprovechar el mar revuelto), con lo cual contribuyen a dificultar que se puedan trabajar políticas de Estado o acuerdos para mejorar la gobernabilidad. Alternativamente, podrían contribuir a encauzar de forma constructiva las energías que hoy se dilapidan en esas confrontaciones, resentimientos y afrentas.

Es muy posible que el periodismo no sea responsable (al menos no el único ni el principal) de generar las confrontaciones antagónicas, ni tampoco que pueda cumplir roles de estadista, médico o bombero, resolviendo por sí el desbarranque destructivo. Sin embargo, no cabe duda que puede erguirse por sobre la inflamada coyuntura y, en lugar de arrimarle más llena al fuego, sumar su esfuerzo para encauzar ánimos y buscar soluciones.

Puede pensarse que esta perspectiva carga consigo una cierta dosis de ingenuidad política ya que, en una confrontación de tiburones, quien fuere más habil o tuviere las mandíbulas más poderosas devoraría al enemigo. Sin desconocer que existen actores de todo tipo y pelambre, algunos muy peligrosos pueden acceder a liderar situaciones y aún procesos, es justamente en el terreno ideológico, cultural, educativo, donde es necesario concentrar esfuerzos: esto es, trabajar para transformar aspectos de nuestra naturaleza que nos conducen a confrontaciones antagónicas para dar paso a una cultura que busque entendimientos y alineación de intereses, resolución pacífica de controversias, constante mejoramiento de situaciones, de procesos y de nuestra propia conciencia individual. Esto implica valorizar el diálogo, el franco debate de ideas y de iniciativas, no temer ser tildados de ingénuos o idealistas, movilizarse para construir con habilidad soluciones sustentables sin escalar las normales tensiones que hacen parte de las relaciones humanas.

(ii) ¿Nadie es objetivo?

Algunos pensamos que no existe la objetividad absoluta y, por tanto, está lejos de ser una falsedad sostener que el oponente no es completamente objetivo; se trata de llamar la atención que por detrás de lo que cada quien informa y opina están sus perspectivas, sus intereses específicos, sus necesidades y sus emociones. Lo que falta admitir es que del otro lado, de nuestro lado, también sucede lo mismo.

Pero también es cierto que hay diferentes grados de falta de objetividad; desde un sesgo inadvertido u ocasional, hasta situaciones donde se practica una sistemática y deliberada desinformación, en las que priman las mentiras informativas, los sesgos interpretativos, la burda manipulación de fuentes y de presentación de situaciones.

En un caso, la buena fe y la vocación por admitir y corregir errores ocasionales puede reparar o mitigar los efectos de haber actuado con poca objetividad. Periodistas honestos pueden crecer por sobre eventuales errores cada vez más sólidos en el ejercicio profesional, aferrarse a un estricto código ético, actuar con seriedad personal, ejercer la prudencia que su responsabilidad informativa exige, templarse en firmeza e independencia; sin embargo, en última instancia, seguirán siendo seres humanos imperfectos, tal como todos nosotros. Sus errores no los descalifican mientras sean reconocidos como tales y reparados.

En cambio, en el caso de periodistas venales o que no disponen de libertad para expresarse, que actúan intencionadamente defendiendo determinados intereses económicos, políticos o sociales, la ausencia de objetividad es deliberada, programada, utilizada para fines espúreos que no podrían confesarse ni ventilarse publicamente. Estos casos tiñen la trayectoria de ciertos periodistas y medios informativos comprometiendo la credibilidad de otros trabajadores de medios que son pilares de la vida democrática.

(iii) Los medios y nuestra agenda social e individual

Lo más dramático de la acción de los medios y de los periodistas es que inciden enormemente sobre la definición de nuestra agenda social e individual: señalan lo que es importante, valioso, interesante de leer, ver o escuchar. Ellos escogen la información y los contenidos de lo que ofrecen, que no es sino una mínima fracción de lo que ocurre en el mundo, en el país, en nuestra ciudad y vecindario; dejan fuera mucho de lo que sucede seleccionando lo que cubren en función de lo que estiman es conveniente presentar a sus diversas audiencias. Cuando los medios están concentrados esto se agrava porque se pierde diversidad de temáticas, enfoques y perspectivas y se acrecienta muy peligrosamente la homogeneización de la información y del pensamiento (tanto estratégico como cotidiano).

Hay medios que desinforman escogiendo temas y sucesos socialmente irrelevantes desviando la atención sobre chismes de la farándula, hechos escabrosos o atemorizantes, escándalos puntuales, con lo que atontan la conciencia popular, alienan las mentes, establecen prioridades sesgadas hacia cuestiones de pobre significación. Otros medios escogen la información y la forma como ella es presentada de acuerdo a los intereses que los sustentan, orientando a la opinión pública hacia la defensa de esos intereses que, muchas veces, no se corresponden con los propios intereses y necesidades de amplios sectores poblacionales.

Existe literatura, buena, regular y mala, sobre como los medios (públicos y privados) y los periodistas seccionan y jerarquizan la realidad; qué procesos y situaciones cubren y cuáles ignoran o disimulan; porqué lo hacen; cómo manipulan la información; cómo juegan con los titulares, primeras planas y subtitulados para incidir sobre los receptores de la información o de la desinformación. Hay mucho por aprender e informarse. Desde estas páginas ofrecemos consignar, con la modestia del caso, los análisis e investigaciones sobre medios informativos que nuestros lectores estimasen valiosos y deseasen hacer conocer. Ese material constituye un bloque importante en la construcción de una utopía referencial que nos cobije a todos.

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